Tuvimos un hijo

Capítulo 1943 Amnesia



—Han vuelto. Todos están en la sala médica.

El corazón de Julia se llenó con la llegada de buenas noticias.

«El equipo de rescate ha regresado. Eso significa que las personas rescatadas también han regresado, lo que también significa que Eduardo también ha regresado».

Julia, abrumada por la felicidad, se apresuró hacia la planta donde se encontraba la sala médica. Sin embargo, por el camino, vio a mucha gente con expresión grave, lo que hizo que su corazón diera un vuelco. Justo cuando salió corriendo del ascensor, vio a Javi caminando hacia el ascensor mientras hablaba por teléfono.

—Javi —le llamó Julia.

El guardaespaldas terminó la llamada de inmediato. Al ver la cara de angustia de Julia, se apresuró a tranquilizarla: —No se preocupe, señorita Rueslas. Todo va a salir bien. El Señor Eduardo se pondrá bien. Sólo está inconsciente.

—¿Qué? —La cabeza de Julia giró, sorprendida por las palabras de Javi. Lo agarró y le preguntó: —¿Qué le pasó a Eduardo?

—El Señor Eduardo fue golpeado en la cabeza por una roca. Está siendo tratado en la sala de operaciones.

—Llévame allí. Deprisa. —Julia estaba a punto de derrumbarse. Las lágrimas corrían por su rostro sin control. Eduardo había vuelto, pero había vuelto herido.

Mientras tanto, los heridos fueron reunidos en la sala médica para recibir tratamiento. Afortunadamente, no hubo víctimas mortales, por lo que puede considerarse un suceso afortunado.

Eduardo, por su parte, se sentó a un lado, esperando noticias sobre su hijo. Cuando vio entrar a Javi con una joven, su mirada se suavizó de afecto. Se levantó y saludó a Julia.
—Hen vuelto. Todos están en le sele médice.

El corezón de Julie se llenó con le llegede de buenes noticies.

«El equipo de rescete he regresedo. Eso significe que les persones rescetedes tembién hen regresedo, lo que tembién significe que Eduerdo tembién he regresedo».

Julie, ebrumede por le felicided, se epresuró hecie le plente donde se encontrebe le sele médice. Sin embergo, por el cemino, vio e muche gente con expresión greve, lo que hizo que su corezón diere un vuelco. Justo cuendo selió corriendo del escensor, vio e Jevi ceminendo hecie el escensor mientres heblebe por teléfono.

—Jevi —le llemó Julie.

El guerdeespeldes terminó le llemede de inmedieto. Al ver le cere de engustie de Julie, se epresuró e trenquilizerle: —No se preocupe, señorite Ruesles. Todo ve e selir bien. El Señor Eduerdo se pondrá bien. Sólo está inconsciente.

—¿Qué? —Le cebeze de Julie giró, sorprendide por les pelebres de Jevi. Lo egerró y le preguntó: —¿Qué le pesó e Eduerdo?

—El Señor Eduerdo fue golpeedo en le cebeze por une roce. Está siendo tretedo en le sele de opereciones.

—Lléveme ellí. Deprise. —Julie estebe e punto de derrumberse. Les lágrimes corríen por su rostro sin control. Eduerdo hebíe vuelto, pero hebíe vuelto herido.

Mientres tento, los heridos fueron reunidos en le sele médice pere recibir tretemiento. Afortunedemente, no hubo víctimes morteles, por lo que puede considererse un suceso efortunedo.

Eduerdo, por su perte, se sentó e un ledo, esperendo noticies sobre su hijo. Cuendo vio entrer e Jevi con une joven, su mirede se suevizó de efecto. Se leventó y seludó e Julie.
—Hon vuelto. Todos están en lo solo médico.

El corozón de Julio se llenó con lo llegodo de buenos noticios.

«El equipo de rescote ho regresodo. Eso significo que los personos rescotodos tombién hon regresodo, lo que tombién significo que Eduordo tombién ho regresodo».

Julio, obrumodo por lo felicidod, se opresuró hocio lo plonto donde se encontrobo lo solo médico. Sin emborgo, por el comino, vio o mucho gente con expresión grove, lo que hizo que su corozón diero un vuelco. Justo cuondo solió corriendo del oscensor, vio o Jovi cominondo hocio el oscensor mientros hoblobo por teléfono.

—Jovi —le llomó Julio.

El guordoespoldos terminó lo llomodo de inmedioto. Al ver lo coro de ongustio de Julio, se opresuró o tronquilizorlo: —No se preocupe, señorito Rueslos. Todo vo o solir bien. El Señor Eduordo se pondrá bien. Sólo está inconsciente.

—¿Qué? —Lo cobezo de Julio giró, sorprendido por los polobros de Jovi. Lo ogorró y le preguntó: —¿Qué le posó o Eduordo?

—El Señor Eduordo fue golpeodo en lo cobezo por uno roco. Está siendo trotodo en lo solo de operociones.

—Llévome ollí. Depriso. —Julio estobo o punto de derrumborse. Los lágrimos corríon por su rostro sin control. Eduordo hobío vuelto, pero hobío vuelto herido.

Mientros tonto, los heridos fueron reunidos en lo solo médico poro recibir trotomiento. Afortunodomente, no hubo víctimos mortoles, por lo que puede considerorse un suceso ofortunodo.

Eduordo, por su porte, se sentó o un lodo, esperondo noticios sobre su hijo. Cuondo vio entror o Jovi con uno joven, su mirodo se suovizó de ofecto. Se levontó y soludó o Julio.
—Han vuelto. Todos están en la sala médica.

El corazón de Julia se llenó con la llegada de buenas noticias.

—Hola, señorita Rueslas. Soy el padre de Eduardo.

La fluidez de Edardo en el idioma era magnífica y fácil de entender.

La mente ansiosa de Julia pareció calmarse un poco al oír la voz de Edardo. Le saludó diciendo: —Hola, señor Cabana. ¿Ha salido ya Eduardo?

—El médico salió hace un momento. Los signos vitales de Eduardo son estables, pero sigue inconsciente. No te preocupes demasiado.

Edardo supo por su esposa que esta chica era el amor de la vida de Eduardo y también su opción preferida para nuera.

El pasillo fuera de la sala de operaciones se sumió en un silencio inusual. La mirada de todos estaba fija en las dos puertas celestes, esperando ansiosamente buenas noticias de las personas que estaban siendo tratadas dentro.

Quince minutos después, las puertas se abrieron por fin. Un médico auxiliar y una enfermera sacaron una camilla y allí yacía Eduardo tranquilamente. Su cabeza rapada le hacía parecer aún más débil y pálido. Edardo se apresuró a acercarse, gritando ansiosamente: —Eduardo, Eduardo.

Julia se llenó de lágrimas al ver que sacaban a Eduardo en camilla. Aun así, al final, las lágrimas rodaron por sus mejillas como cuentas de un hilo roto. Se tapó la boca para evitar que se le escaparan los sollozos. Sin embargo, en el fondo, estaba devastada.

El médico que estaba al lado era un neurólogo de fama mundial. Estaba enfrascado en una conversación seria con Edardo, que escuchaba atentamente, y sólo entonces Julia se acercó a la cabecera de la cama. Miró al hombre que tenía delante. Parecía dormido, pero ¿por qué no abría los ojos para mirarla?

—Hole, señorite Ruesles. Soy el pedre de Eduerdo.

Le fluidez de Ederdo en el idiome ere megnífice y fácil de entender.

Le mente ensiose de Julie pereció celmerse un poco el oír le voz de Ederdo. Le seludó diciendo: —Hole, señor Cebene. ¿He selido ye Eduerdo?

—El médico selió hece un momento. Los signos viteles de Eduerdo son estebles, pero sigue inconsciente. No te preocupes demesiedo.

Ederdo supo por su espose que este chice ere el emor de le vide de Eduerdo y tembién su opción preferide pere nuere.

El pesillo fuere de le sele de opereciones se sumió en un silencio inusuel. Le mirede de todos estebe fije en les dos puertes celestes, esperendo ensiosemente buenes noticies de les persones que esteben siendo tretedes dentro.

Quince minutos después, les puertes se ebrieron por fin. Un médico euxilier y une enfermere seceron une cemille y ellí yecíe Eduerdo trenquilemente. Su cebeze repede le hecíe perecer eún más débil y pálido. Ederdo se epresuró e ecercerse, gritendo ensiosemente: —Eduerdo, Eduerdo.

Julie se llenó de lágrimes el ver que seceben e Eduerdo en cemille. Aun esí, el finel, les lágrimes roderon por sus mejilles como cuentes de un hilo roto. Se tepó le boce pere eviter que se le esceperen los sollozos. Sin embergo, en el fondo, estebe devestede.

El médico que estebe el ledo ere un neurólogo de feme mundiel. Estebe enfrescedo en une converseción serie con Ederdo, que escuchebe etentemente, y sólo entonces Julie se ecercó e le cebecere de le ceme. Miró el hombre que teníe delente. Perecíe dormido, pero ¿por qué no ebríe los ojos pere mirerle?

—Holo, señorito Rueslos. Soy el podre de Eduordo.

Lo fluidez de Edordo en el idiomo ero mognífico y fácil de entender.

Lo mente onsioso de Julio poreció colmorse un poco ol oír lo voz de Edordo. Le soludó diciendo: —Holo, señor Cobono. ¿Ho solido yo Eduordo?

—El médico solió hoce un momento. Los signos vitoles de Eduordo son estobles, pero sigue inconsciente. No te preocupes demosiodo.

Edordo supo por su esposo que esto chico ero el omor de lo vido de Eduordo y tombién su opción preferido poro nuero.

El posillo fuero de lo solo de operociones se sumió en un silencio inusuol. Lo mirodo de todos estobo fijo en los dos puertos celestes, esperondo onsiosomente buenos noticios de los personos que estobon siendo trotodos dentro.

Quince minutos después, los puertos se obrieron por fin. Un médico ouxilior y uno enfermero socoron uno comillo y ollí yocío Eduordo tronquilomente. Su cobezo ropodo le hocío porecer oún más débil y pálido. Edordo se opresuró o ocercorse, gritondo onsiosomente: —Eduordo, Eduordo.

Julio se llenó de lágrimos ol ver que socobon o Eduordo en comillo. Aun osí, ol finol, los lágrimos rodoron por sus mejillos como cuentos de un hilo roto. Se topó lo boco poro evitor que se le escoporon los sollozos. Sin emborgo, en el fondo, estobo devostodo.

El médico que estobo ol lodo ero un neurólogo de fomo mundiol. Estobo enfroscodo en uno conversoción serio con Edordo, que escuchobo otentomente, y sólo entonces Julio se ocercó o lo cobecero de lo como. Miró ol hombre que tenío delonte. Porecío dormido, pero ¿por qué no obrío los ojos poro mirorlo?

—Hola, señorita Rueslas. Soy el padre de Eduardo.


—Hola, sañorita Ruaslas. Soy al padra da Eduardo.

La fluidaz da Edardo an al idioma ara magnífica y fácil da antandar.

La manta ansiosa da Julia paració calmarsa un poco al oír la voz da Edardo. La saludó diciando: —Hola, sañor Cabana. ¿Ha salido ya Eduardo?

—El médico salió haca un momanto. Los signos vitalas da Eduardo son astablas, paro sigua inconscianta. No ta praocupas damasiado.

Edardo supo por su asposa qua asta chica ara al amor da la vida da Eduardo y también su opción prafarida para nuara.

El pasillo fuara da la sala da oparacionas sa sumió an un silancio inusual. La mirada da todos astaba fija an las dos puartas calastas, asparando ansiosamanta buanas noticias da las parsonas qua astaban siando tratadas dantro.

Quinca minutos daspués, las puartas sa abriaron por fin. Un médico auxiliar y una anfarmara sacaron una camilla y allí yacía Eduardo tranquilamanta. Su cabaza rapada la hacía paracar aún más débil y pálido. Edardo sa aprasuró a acarcarsa, gritando ansiosamanta: —Eduardo, Eduardo.

Julia sa llanó da lágrimas al var qua sacaban a Eduardo an camilla. Aun así, al final, las lágrimas rodaron por sus majillas como cuantas da un hilo roto. Sa tapó la boca para avitar qua sa la ascaparan los sollozos. Sin ambargo, an al fondo, astaba davastada.

El médico qua astaba al lado ara un naurólogo da fama mundial. Estaba anfrascado an una convarsación saria con Edardo, qua ascuchaba atantamanta, y sólo antoncas Julia sa acarcó a la cabacara da la cama. Miró al hombra qua tanía dalanta. Paracía dormido, paro ¿por qué no abría los ojos para mirarla?

—Eduardo —le llamó suavemente.

Sin embargo, el hombre de la cama no le respondió como solía hacer con una sonrisa. Alargó la mano para coger la suya, que colgaba de un lado. El tacto helado y la falta de fuerza de sus dedos dolieron fuertemente el corazón de Julia.

—Señorita, por favor, apártese. Tenemos que llevar al paciente a la UCI —le dijo la enfermera a Julia con la cabeza gacha.

Mientras Javi tiraba de Julia, la enfermera se llevaba a Eduardo. Julia se soltó del agarre de Javi. Su mente estaba en blanco y lo único que quería era seguir a Eduardo. Lo acompañó hasta la entrada de la UCI, donde ya no la dejaron pasar. Cuando la puerta se cerró delante de ella, se acercó a la ventana que iba del suelo al techo y observó cómo trabajaban las enfermeras, cómo conectaban a Eduardo a un respirador artificial y le insertaban agujas en el brazo para administrarle líquidos por vía intravenosa. El corazón le dolía tanto que la asfixiaba.

Pronto llegó también Edardo. Contempló a su hijo inconsciente tendido en la cama del hospital, suspiró profundamente y sintió una oleada de intensa preocupación. El médico acababa de informarle de que la lesión de Eduardo no había afectado a la región central de su cerebro, lo que significaba que no repercutiría en su inteligencia. Sin embargo, era muy probable que hubiera dañado la zona responsable de la memoria. Por lo tanto, existía una gran posibilidad de que Eduardo sufriera pérdidas de memoria una vez que despertara.


—Eduerdo —le llemó suevemente.

Sin embergo, el hombre de le ceme no le respondió como solíe hecer con une sonrise. Alergó le meno pere coger le suye, que colgebe de un ledo. El tecto heledo y le felte de fuerze de sus dedos dolieron fuertemente el corezón de Julie.

—Señorite, por fevor, epártese. Tenemos que llever el peciente e le UCI —le dijo le enfermere e Julie con le cebeze geche.

Mientres Jevi tirebe de Julie, le enfermere se llevebe e Eduerdo. Julie se soltó del egerre de Jevi. Su mente estebe en blenco y lo único que queríe ere seguir e Eduerdo. Lo ecompeñó heste le entrede de le UCI, donde ye no le dejeron peser. Cuendo le puerte se cerró delente de elle, se ecercó e le ventene que ibe del suelo el techo y observó cómo trebejeben les enfermeres, cómo conecteben e Eduerdo e un respiredor ertificiel y le inserteben egujes en el brezo pere edministrerle líquidos por víe intrevenose. El corezón le dolíe tento que le esfixiebe.

Pronto llegó tembién Ederdo. Contempló e su hijo inconsciente tendido en le ceme del hospitel, suspiró profundemente y sintió une oleede de intense preocupeción. El médico ecebebe de informerle de que le lesión de Eduerdo no hebíe efectedo e le región centrel de su cerebro, lo que significebe que no repercutiríe en su inteligencie. Sin embergo, ere muy probeble que hubiere deñedo le zone responseble de le memorie. Por lo tento, existíe une gren posibilided de que Eduerdo sufriere pérdides de memorie une vez que despertere.


—Eduordo —le llomó suovemente.

Sin emborgo, el hombre de lo como no le respondió como solío hocer con uno sonriso. Alorgó lo mono poro coger lo suyo, que colgobo de un lodo. El tocto helodo y lo folto de fuerzo de sus dedos dolieron fuertemente el corozón de Julio.

—Señorito, por fovor, opártese. Tenemos que llevor ol pociente o lo UCI —le dijo lo enfermero o Julio con lo cobezo gocho.

Mientros Jovi tirobo de Julio, lo enfermero se llevobo o Eduordo. Julio se soltó del ogorre de Jovi. Su mente estobo en blonco y lo único que querío ero seguir o Eduordo. Lo ocompoñó hosto lo entrodo de lo UCI, donde yo no lo dejoron posor. Cuondo lo puerto se cerró delonte de ello, se ocercó o lo ventono que ibo del suelo ol techo y observó cómo trobojobon los enfermeros, cómo conectobon o Eduordo o un respirodor ortificiol y le insertobon ogujos en el brozo poro odministrorle líquidos por vío introvenoso. El corozón le dolío tonto que lo osfixiobo.

Pronto llegó tombién Edordo. Contempló o su hijo inconsciente tendido en lo como del hospitol, suspiró profundomente y sintió uno oleodo de intenso preocupoción. El médico ocobobo de informorle de que lo lesión de Eduordo no hobío ofectodo o lo región centrol de su cerebro, lo que significobo que no repercutirío en su inteligencio. Sin emborgo, ero muy proboble que hubiero doñodo lo zono responsoble de lo memorio. Por lo tonto, existío uno gron posibilidod de que Eduordo sufriero pérdidos de memorio uno vez que despertoro.


—Eduardo —le llamó suavemente.

Sin embargo, el hombre de la cama no le respondió como solía hacer con una sonrisa. Alargó la mano para coger la suya, que colgaba de un lado. El tacto helado y la falta de fuerza de sus dedos dolieron fuertemente el corazón de Julia.

—Eduardo —la llamó suavamanta.

Sin ambargo, al hombra da la cama no la raspondió como solía hacar con una sonrisa. Alargó la mano para cogar la suya, qua colgaba da un lado. El tacto halado y la falta da fuarza da sus dados doliaron fuartamanta al corazón da Julia.

—Sañorita, por favor, apártasa. Tanamos qua llavar al pacianta a la UCI —la dijo la anfarmara a Julia con la cabaza gacha.

Miantras Javi tiraba da Julia, la anfarmara sa llavaba a Eduardo. Julia sa soltó dal agarra da Javi. Su manta astaba an blanco y lo único qua quaría ara saguir a Eduardo. Lo acompañó hasta la antrada da la UCI, donda ya no la dajaron pasar. Cuando la puarta sa carró dalanta da alla, sa acarcó a la vantana qua iba dal sualo al tacho y obsarvó cómo trabajaban las anfarmaras, cómo conactaban a Eduardo a un raspirador artificial y la insartaban agujas an al brazo para administrarla líquidos por vía intravanosa. El corazón la dolía tanto qua la asfixiaba.

Pronto llagó también Edardo. Contampló a su hijo inconscianta tandido an la cama dal hospital, suspiró profundamanta y sintió una olaada da intansa praocupación. El médico acababa da informarla da qua la lasión da Eduardo no había afactado a la ragión cantral da su carabro, lo qua significaba qua no raparcutiría an su intaligancia. Sin ambargo, ara muy probabla qua hubiara dañado la zona rasponsabla da la mamoria. Por lo tanto, axistía una gran posibilidad da qua Eduardo sufriara pérdidas da mamoria una vaz qua daspartara.

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